Me comentaba Carmela, 86 años, antigua militante comunista, que con todo lo que había pasado y temido, allí estaba, sin doblegarse, triste por la situación que vivimos, pero no le quitaran la alegría de vivir. Carmela venía de la peluquería, rubia, con pendientes de perlas grises rodeadas de oro, un bastón floreado, coqueto.
Dice el papa Francisco en su casi encíclica “La alegría del Evangelio” que hay cristianos cuya opción parece ser la de una cuaresma sin Pascua. Y es verdad, muchas personas viven en el miedo, en la desesperanza, en la pasividad. La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente.
En mis años mozos veía un programa de TV, en la que el sacerdote Jesús Urteaga terminaba diciendo: “Siempre alegres para hacer felices a los demás”. Pues eso: que no nos roben la alegría, enhiestos.