En la sesión de investidura pasada, el portavoz parlamentario del PP, Sr. Hernando Fraile, como respuesta a una voz del hemiciclo, con su dedo índice tieso, señaló: “No me provoquen”. ¿Qué más podría haber hecho si hubiera desarrollado esa amenaza? Pasaron por mi cabeza las ideas del líder democrático y del líder autocrático, recordando unas conferencias que en mis años mozos recibí en Cáritas España. El líder vive y comparte con su equipo, el caudillo amenaza. El caudillo espera adhesión inquebrantable a sus ideas, promueve el sometimiento. El líder cuenta con los demás, favorece el equipo y acepta la crítica. El caudillo silencia sus razones, cuando desaparece nadie sabe continuar la labor. Con el líder democrático cada uno de su equipo sabe lo que tiene que hacer. El líder mejora el trabajo de todos, el caudillo culpa de sus errores a los otros. Lo peor es que parte de la población prefiere obedecer sin rechistar al caudillo, a tener que pensar y codecidir con el líder democrático.