En la antigua Roma los matrimonios se realizaban entre miembros de la nobleza, porque consistían en un acuerdo entre las familias, y el fin del varón era tener un heredero y el aumento de las propiedades. Un contrato entre las familias, con dotes recuperables en caso de separación. Los plebeyos se juntaban sin ninguna ceremonia ni acuerdo. No tenían patrimonio que unir. Hasta el siglo XIX no se comenzó a poner el amor por encima de los intereses económicos. Desde mi juventud he conocido muchas separaciones de hecho y posteriormente divorcios.
Estos días un amigo se ha casado en segundas nupcias. Siempre me ha causado asombro estas segundas bodas. Seguramente le ha gustado el matrimonio y por eso repite. Según estadísticas, muchos jóvenes y jubilados viven juntos sin contrato matrimonial.
El poeta Khalil Gibran, gran poeta maronita libanés, dice: “Cuando el amor os llame, seguidlo”. También expresa: “Llenaos el uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de una sola copa. Daos el uno al otro de vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo”. Recomiendo leer “El Profeta”, de Khalil, les gustará.
El Amor:
« Cuando el amor os llame, seguidlo.
Y cuando su camino sea duro y difícil,
y cuando sus alas os envuelvan, entregaos.
Aunque la espada entre ellas escondida os hiera.
Y cuando os hable, creed en él. Aunque su voz destroce nuestros sueños tal como el viento norte devasta los jardines.
Porque, así como el amor os corona así os crucifica.
Así como os acrece, así os poda.
Así como asciende a lo más alto y acaricia vuestras más tiernas ramas, que se estremecen bajo el sol, así descenderá hasta vuestras raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra.
Como trigo en gavillas él os une a vosotros mismos.
Os desgarra para desnudaros.
Os cierne, para libraros de vuestras coberturas.
Os pulveriza hasta volveros blancos.
Os amasa, hasta que estéis flexibles y dóciles.
Y os asigna luego a su fuego sagrado para que podáis convertiros en sagrado pan para la fiesta sagrada de Dios.
Todo esto hará el amor en vosotros para que podáis conocer los secretos de vuestro corazón y convertiros, por ese conocimiento, en un fragmento del corazón de la Vida.
Pero si, en vuestro miedo, buscáis solamente la paz y el placer del amor, entonces, es mejor que cubráis vuestra desnudez y os alejéis de sus umbrales, hacia un mundo sin primaveras donde reiréis, pero no con toda vuestra risa, y lloraréis, pero no con todas vuestras lágrimas.
El amor no da más a sí mismo, no toma nada más que de sí mismo.
El amor no posee ni es poseído.
Porque el amor es suficiente para el amor.
Cuando améis no debés decir: “Dios está en mi corazón”, sino más bien: “Yo estoy en el corazón de Dios”.
Y pensad que no podéis dirigir el curso del amor porque él, si os encuentra dignos, dirigirá vuestro curso.
El amor no tiene otro deseo que el de realizarse.
Pero, si amáis y debe la necesidad tener deseos, que vuestros deseos sean éstos:
Fundirse y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.
Saber del dolor de la demasiada ternura.
Ser herido por nuestro propio conocimiento del amor.
Y sangrar voluntaria y alegremente.
Despertarse al amanecer con un alado corazón y dar gracias por otro día de amor.
Descansar al mediodía y meditar el éxtasis de amar.
Volver al hogar con gratitud en el atardecer.
Y dormir con una plegaria por el amado en el corazón y una canción de alabanza en los labios.”