Estar enganchado al juego, lo que llamamos “un vicio”, es una enfermedad. No conozco a personas adictas al juego que se hayan enriquecido a través de él. Porque se juega lo ganado y se vuelve a jugar hasta la pérdida total. Es lo que observo en los bares que tienen máquinas tragaperras. Son generalmente hombres los que casi abrazan a la máquina como enamorados en una esquina, y meten monedas, una tras otra, con la esperanza del triunfo orgásmico. La máquina está organizada para ganar, y engancha como una droga. Las mujeres prefieren el bingo.
De pequeño me contaban historias de suicidios de personas que habían perdido toda su fortuna en el juego. La dictadura de Franco prohibió el juego, y éste era perseguido en los lugares populares. Porque leyenda urbana, o no, me contaban en mi trabajo, BBVA, las grandes cantidades que se jugaban, en tiempo de la dictadura, en los casinos existentes en la rotonda del mismo nombre en Jerez.
España pasó de la prohibición del juego al desmadre. Una sociedad que juega tanto y en tantos juegos de azar, es una sociedad que tiene taponada la salida a la mejora social y económica. El pueblo llano para su promoción sólo espera un golpe de azar o a través de los toros, el fútbol, y en nuestra región también el flamenco. Y eso si se tiene suerte. Todo depende de la suerte, no depende del esfuerzo y la perseverancia, y eso considero que es un mal síntoma social.
Recuerdo los “Juegos Reunidos” de Geyper que nos congregaba algunos meses alrededor de la mesa camilla, con el brasero encendido y las piernas llenas de “cabrillas”. Las partidas de dominó en la mesita de playa en Chipiona, el rentoy en alguna peña flamenca. Eso no es ludopatía.
Casos como los que me contaba mi maestro de primaria, encontramos en “Guzmán de Alfarache” de Mateo Alemán escrito en 1599, y en “El jugador” de Feodor Dostoievski, de 1866. Es interesante la película “Apostando al límite” de Al Pacino de 2005. Hace unos meses fue detenida una señora, jugadora compulsiva. Una historia triste. Mujer que huyó de la miseria en Galicia, y fue a trabajar a Cataluña de joven. Se casó, fundó familia, y se gastó continuamente todos los ahorros familiares en juegos de azar, esperando salir de la nueva miseria emigrante. Terminó asesinando a tres ancianas para robarlas y seguir jugando en las tragaperras. Sin mediar asesinatos, conozco en Jerez varios casos de ludopatía que han traído consigo la separación matrimonial, y en algún otro caso el despido laboral de entidad financiera por apropiación indebida.
En Jerez hay varias asociaciones para la rehabilitación de enfermos por el juego, porque es una adicción como la droga. También existe la posibilidad de inscribirse, voluntariamente, en una lista que prohíbe la entrada a casinos y bingos, pero eso se salta con las máquinas tragaperras y con el juego ilegal. En Andalucía se han inscrito unas siete mil personas en estas listas, y en años pasados se movieron en máquinas tragaperras, casinos y bingos 2.236 millones de euros, según la Consejería de Gobernación. Todo un negocio. El jugador del Sevilla CF, Kanauté, se tapó la publicidad de una empresa de juego en la camiseta de fútbol, porque su religión, es musulmán, prohíbe el juego.
Deberían retirar las máquinas tragaperras de los bares por incitación a la ludopatía.
(Publicado en Diario de Jerez en 2008)