Obediencia debida

Fueron a cortarle la energía eléctrica pues no pagaba los recibos. La inquilina de la vivienda le dijo al operario que mantenía las constantes vitales porque estaba motorizada, que si le cortaba la electricidad moriría. El operario le dijo que obedecía órdenes de la empresa para el corte del suministro. Cortó la electricidad y a los dos días murió la mujer. Este hecho ha ocurrido en Australia el año pasado.

En Cuartillos, Jerez, se decidió arreglar un carril en cañada pública, que era justo para pasar un coche. Así que de un espacio colindante, no estaba vallado, no había construcción alguna, se agrandaría el carril un par de metros. Llegó la retroexcavadora y la dueña del trozo de cañada se puso delante de la máquina diciendo que era su terreno y que tenían que pasar por encima de su cadáver. El operario dio marcha atrás. Desobedeció ante un mal mayor. El carril sigue igual. No le pasó lo mismo a una activista norteamericana que se puso delante de una retro que iba a demlor una vivienda palestina y el operario, un militar israelí, siguió adelante y la mató. Igual en la cárcel de Abu Ghraib en Irak. O en Guantánamo. Obedecen órdenes.

 

También ocurrió en la toma del Congreso español el 23 de Febrero. Algunos guardias civiles tuvieron el eximente de la “obediencia debida”. Igual que con los militares y policías en Argentina que torturaron durante la Dictadura militar. Una ley del presidente Menen los exculpó por la eximente de la obediencia debida. Posteriormente se abolió la ley de “Punto final”.

 

La mayoría de los dirigentes intermedios nazis, alegaron obediencia debida para quedar exculpados de la eliminación sistemática de lo que ellos llamaron “indeseables”, a saber: gitanos, homosexuales, discapacitados, judíos.

 

Hannah Arendt, filósofa judía huida a Norte América, en sus diversos libros estudió los orígenes de los totalitarismos y afirmó que ante el concepto de “obediencia debida” existe la responsabilidad personal para hacer una maldad que conculque derechos fundamentales. La obediencia debida contradice la libertad de pensar que tenemos los humanos. Se obedece porque primero se trivializa, se banaliza la maldad. A esas víctimas se les desnuda de humanidad, se las convierte en cosa.

 

Es un dilema grande. ¿Cómo distinguir la obediencia para la consecución de un bien, de la obediencia que nos lleva a ejecutar una maldad? La referencia más antigua se encuentra en la Biblia. Nos cuentan que Adán y Eva “desobedecieron” a Dios comiendo fruta del árbol del bien y del mal. El texto es rico y fundamentalmente simbólico, porque ellos decidieron lo que era bueno y malo. Es como la sublevación de la orquesta contra la “autoritas”, no digo autoritarismo, del director. Creo que es lo que pasó con los nazis, con el operario de Australia, con los golpistas del 23 F.: se erigieron, ellos mismos, en fuente de legitimidad sin respetar un bien mayor, como es la vida, la libertad, el gobierno del pueblo, el respeto a las creencias de los demás.

 

Creo que esta sociedad, yo también soy responsable, está falta de valores, creencias profundas, ideologías, de poesía. Lo importante, parece ser, es el resultado. Da igual que el gato sea blanco o negro. Lo importante es que cace ratones. El fin no justifica los medios.

 (Publicado en Diario de Jerez en 2008)

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