En lo que llevo visto del Festival, a veces me ha costado entender qué cosa era lo que tocaban y bailaban, pero es que el flamenco no es un folklore, sino algo vivo.
El flamenco es, o debería ser, un sentimiento actualizado en cada momento, porque ese sentimiento si no se vive no transmite, y este es uno de los problemas que tiene el flamenco en los escenarios. La guitarra, el cante y el baile han seguido progresando y han dado nacimiento a productos de lo llamado “flamenquito”, desde “Los Delinqüentes” a “Quetama”
Para el baile hace falta mucho sacrificio, porque si no se tiene técnica y fuerza física, se te van las manos como volanderas y el cuerpo es una masa orgánica que va a su aire. Para llenar un escenario hacen falta algo más que un bailaor o una bailaora. Hacen falta, desde las luces, a los trajes, pasando por la música y el argumento de lo que se quiere transmitir, porque no se trata de una sucesión de palos uno detrás de otro como un muestrario.
El público ha aplaudido por bulerías en todos los espectáculos y eso nos llevaría a la conclusión de que han sido inmejorables. Ha habido de todo.
La primera producción propia del Teatro, «¡Viva Jerez!», me gustó, pues expresaba lo que es Jerez en estas artes. Todos estuvieron muy bien. Yo le daría un premio a Mercedes Ruiz por su baile de la farruca. El espectáculo de Antonio El Pipa, tenía argumento interno en sus tres narraciones, y el escenario estaba muy bien decorado para la historia que quería contar.Los siguientes espectáculos solo se apañan con luces, que en la escena de “El Amargo” fueron acertadas. No comprendí la puerta abierta de Isabel Bayón. Si me gustó bailando, pero no comprendí el comienzo del espectáculo, con escenario oscuro y escuchando un buen cante en disco, para eso no voy al teatro, ni para ver bailar un poco de un pasodoble agarrao, que se quedó en atrevida libertad artística.
“El alba del último día”, es baile puro, sin aditamientos, El dadaísmo como movimiento cultural que reivindicaba la intuición y la libertad del artista frente a todo convencionalismo, es lo que me vino a la cabeza cuanto terminó el espectáculo de Andrés Marín.
Siempre salgo encantado de lo visto en el teatro, me pasa como a la mayoría de los asistentes, aunque a veces no aplaudo porque viendo la ópera Carmen, en los DVD ofrecidos por Diario de Jerez, puesta en escena por Franco Zefirelli, comprendo que a lo mejor estoy pidiendo al teatro flamenco algo a lo que aún no ha llegado. Aunque el último montaje de Cristina Hoyos se aproxima a eso.
Para vivir flamenco mejor me voy a la peña Los Cernícalos de la que soy socio.
(Publicado en D de J en marco del 2008)